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Aprende a decir que no

Si  respondes a todo que sí, pero luego te queda una sensación parecida a la rabia contra todo y nada a la vez, este post es para ti.

Déjame comenzar por intentar explicar que las personas basamos nuestra seguridad en un centro, que es como nuestro núcleo, algo muy íntimo, una especie de motorcito interior desde donde tomamos nuestras decisiones.

Algunas personas tienen su centro en otra persona, por ejemplo en su pareja o en alguna amistad (o en alguien por quien sienten rencor y consideran su enemigo). Si esa persona ha planificado pasar una tarde sola viendo una serie para descansar, pero recibe un mensaje de su novio preguntando si puede ir a verla, no cabe duda que la respuesta será sí.

Otras personas tienen su centro en sus obligaciones o responsabilidades de colegio, universidad o trabajo. Si hay un trabajo que terminar o asistir a un cumpleaños familiar, su decisión será llegar hasta el final con el proyecto, aunque se haya comprometido con anticipación a asistir a la celebración.

Para algunos, su centro está en el placer, o en sí mismos y en su deseo de progresar, en las posesiones, etc. Hay muchas cosas tangibles o intangibles que pueden convertirse en nuestro centro y no siempre sabemos con 100% de certeza desde dónde nos movemos. Puede haber temporadas en que todo gira en torno a otra persona, luego quizá tenemos un proyecto de vida que nos apasiona y eso se transforma en el centro durante meses o años…  Pero en general casi siempre tenemos al menos “algo” que se mantiene constante. Más adelante quiero escribir en detalle sobre esto, y explicar por qué es mejor no hacer de nuestro centro de seguridad ni a otras personas, ni a cosas que queremos tener, si no más bien lo que queremos SER como personas.

Pero volviendo al tema, una razón potente de por qué nos cuesta decir que no, es que desconocemos nuestro centro y eso nos deja completamente vulnerables para los requerimientos de todo y de todos.

Si habitualmente sientes estos reproches interiores del estilo: “Sí, tenía que entregar ese trabajo, pero ¿cómo iba a dejar a mi mejor amiga sola en ese evento?”, “el viaje será más costoso de lo que pensé, pero me dijeron que si yo no iba sería demasiado aburrido”, “no quería ver esa película pero la eligió la mayoría”, “estoy agotada, pero prefiero ir a la celebración para no tener conflictos con mi amiga…” es que desconoces tu centro y estás siendo arrastrada por las necesidades a tu alrededor.

¿Te ha pasado también que te han dicho o has leído por ahí la frase “escucha a tu cuerpo” para saber qué hacer o responder? Eso también tiene una explicación, y se debe a que las emociones se manifiestan en nuestro cuerpo, por lo tanto, si estamos sintiendo frustración, enfado, inquietud o ansiedad porque hemos dicho o hecho algo que no queríamos, nuestro cuerpo manifestará de manera sensible esas emociones.

Ahora, cómo explico en mi agenda 2021, lo que hay que hacer en esos casos, no es adormecer o no prestarle atención a esas sensaciones, evadiéndolas con comida o con series o con lo que sea, si no que hay que escucharlas, y en este caso lo que te están diciendo es que transgrediste alguna regla interna tuya. Y esa es la primera indicación de que tu centro realmente existe, solo que como no lo tienes del todo identificado, o no sabías que existía un centro, nos quedamos sólo con lo negativo de la sensación y un sentimiento confuso que nos invade.

Escuchar tu cuerpo, es escuchar tus emociones, y escuchar tus emociones es una invitación a reflexionar sobre lo que sucede.

Algunos indicadores de que no tenemos 100% identificado nuestro centro:

  • Cuando tratamos de evitar cualquier conflicto 
  • Cuando tenemos el deseo de agradar por sobre los deseos y necesidades propias 
  • Cuando tenemos la creencia de que no seremos aceptados socialmente si nos negamos 
  • Cuando sentimos miedo al rechazo o a la soledad
  • Falta de afirmación en las propias ideas
  • Pensar que nos arrepentiremos de nuestra decisión

Siempre que hay un “área gris” en nuestras vidas que nos produce malestar, es que no hemos identificado a qué le estamos diciendo que Sí… No, no me he equivocado al escribir. Decir que no, porque no, no tiene ningún sentido. Desde mi punto de vista la única manera de decir que no, es tener un apasionado SI por otra cosa que nos empodera y nos llena de claridad y energía.

Si nos falta ese apasionado SI, entonces corremos el riesgo de caer en estas posibles consecuencias: 

  • Te expones a la manipulación de terceros: Esto lo quiero decir con todas sus letras y de la manera más clara posible: las personas manipuladoras existen y están al acecho. Son encantadoras y atrayentes, de lo contrario nadie caería nunca presa de ellas. A veces somos muy ingenuas y nos parece que esos seres existen solo aisladamente, o que a nosotras nunca nos va a pasar caer en una relación tan tóxica como la que vemos en las películas. Pero la verdad es que están mucho más cerca de lo que pensamos y siempre -siempre- están en la búsqueda de alguien a quien atrapar. Y no van detrás de los más débiles, van en busca de personas con mucha capacidad, pero que no saben decir que no.  
  • Autoestima en caída libre: El no poner límites equivale a no respetarnos o a ser invisibles ante nosotras mismas. Cuando dejamos que el otro decida, podemos complacerlo, pero si no es lo que queremos realmente acabaremos metiéndonos en situaciones que agotan nuestro cuerpo y sobre todo, nuestra alma. Nos enojamos con nosotras mismas y nuestra autoestima va mermando poco a poco por renunciar a nuestros deseos y aspiraciones, es como una sensación de fracaso por lo que pudo haber sido pero no fue. Incluso podemos llegar a sentirnos solas, poco comprendidas y enfadadas con el otro al pensar que nos aprecia más por lo que hacemos que por lo que somos.

Es bueno tener la capacidad de ser flexibles, pero no hasta el punto de rompernos por complacer siempre a los demás por encima de nuestros deseos. Si dices que sí a los demás, sólo por no hacer frente a las consecuencias de tu negativa o por la falsa creencia de que serás maleducada, estarás bloqueando el derecho a usar tu libre albedrío y acabarás agotada y furibunda por haberte llenado de cosas que en realidad no querías hacer.

En conclusión, aprender a identificar tu centro te permite establecer límites para tener control de tu vida, evitando ceder ante manipulaciones y chantajes emocionales; además resulta esencial para cuidarnos, valorarnos, fortalecer nuestra confianza y sentirnos bien con nosotras mismas. 

¿Por qué es más difícil decir que no en la adolescencia?

A nuestra edad somos más proclives a valorar por sobre todas las cosas a nuestro grupo de amigos y las decisiones que emergen de ese grupo. Es natural, sentimos mayor confianza con nuestros pares, con los que además compartimos las mismas cosas y problemas. En esta etapa hay una constante búsqueda de identidad, de desarrollar una autonomía mayor y en esa exploración hay algunas cosas que llevamos al límite sin estar completamente seguras si estamos tomando las mejores decisiones.

Más de una vez nos hemos visto arrastradas a participar en alguna actividad presionada por el grupo, desde asistir a algún evento, imitar algún desafío sacado de las redes sociales o hablarle al chico que nos gusta… Decir que “no” se vuelve complicado porque de algún modo tendemos a identificarnos y a guardar “fidelidad” al grupo con el que sentimos afinidad más que con nosotras mismas.

También se suma el miedo al rechazo, a perder afectos, a quedar mal, a las críticas sociales y pesa mucho la culpa y la necesidad de aprobación. Entonces podemos ser capaces de pasar por encima de nuestros propios intereses para acceder a peticiones que, en realidad, no compartimos al 100%. 

Entonces, ¿qué se puede hacer? 

Ante la duda de hacer o no hacer algo, si acceder o no acceder o cuál será la decisión correcta para algún asunto lo primero es una buena reflexión personal para identificar qué cosas realmente te importan más y por qué o por quién las estás haciendo… Hace falta mucha valentía para hacerlas por uno misma y no por lo que digan los demás.

Si el asunto es más complejo, hay que recurrir a alguien que probablemente ya haya pasado por eso, generalmente alguien mayor, que tenga más experiencia. Puedes intentar iniciar una conversación y ver si esa persona te da confianza para hablar de lo que te preocupa. 

También es importante recordar que una cosa es decir que “no” a una acción o petición y otra, muy diferente, es decir que no a la persona o al grupo de amigos. A veces hay que hacer la distinción para comprender que la valoración y el respeto por el grupo no pasa por cumplir con las expectativas de los demás. No tengas miedo de tener esas conversaciones. En mi opinión se valora y se respeta más a una persona con decisiones claras, que a alguien que no tiene ninguna convicción y sigue a la masa.

La clave está en ser asertiva

Seguramente habrás escuchado algo sobre la asertividad, esa capacidad que tenemos para relacionarnos y comunicarnos sanamente con otros y que se consigue cuando actuamos cuidando nuestras necesidades, pensamientos y emociones, al tiempo que respetamos también los de los otros. 

Ser asertivas básicamente nos permite:

  • Actuar de acuerdo a los intereses que más valoramos
  • Defendernos sin generar una discusión acalorada
  • Expresar cómoda y honestamente nuestros sentimientos 
  • Encontrar el equilibrio que nos permite ejercer los derechos personales sin negar los derechos de los otros
  • Saber decir que no

Todo se trata de encontrar el equilibrio entre no perder el respeto a los demás ni perdérnoslo a nosotras mismas. 

Los psicólogos hablan de esta balanza en otros términos. Ellos hablan de la actitud sumisa, esa que tienen los que nunca se niegan a nada.

La actitud agresiva, cuando hay una negación ruda y sin filtros.

Y la actitud asertiva, esa que sabe decir que “no” con argumentos y sin herir. 

Para lograr ser más asertivos, debemos aprender a determinar en qué momentos hay que negarse y en qué situaciones hay que decir que sí y aceptar el requerimiento de otros. De ese modo se aprende a defender los propios derechos, sin  lastimar, ofender o perjudicar a nadie. Cuanta más asertividad demuestres, mayor será la seguridad que desarrolles en ti misma. 

La asertividad es fundamental para evitar comportamientos precipitados o impulsivos, tanto como el no hacer nunca las cosas, y facilita la toma de decisiones razonada, basada en convicciones.

Entonces, ¿cómo digo que no?

Aquí algunas técnicas concretas que pueden ayudar para que pongas en práctica un asertivo “no” que demarque bien tus límites.

Aclara la petición y comienza a analizar las consecuencias: En primer lugar, es importante entender lo que te piden o requieren, no vale la pena quedarse con ninguna duda. Posteriormente puedes hacer un análisis para tener claras las consecuencias que tendría aceptar o rechazar esa petición. Ojo, a veces la respuesta también puede venir desde la intuición.

Pospón tu respuesta: No tienes por qué responder en ese mismo momento. Quizá tienes que consultarlo con alguien más, mirar tu agenda, o cerrar un plan que tenías previsto primero. La idea es darnos tiempo para tomar una decisión consciente y poner los argumentos sobre la balanza. Cuando decimos que sí sin pensarlo demasiado acabamos por negarnos a nosotras mismas. 

Ten claridad respecto a tus valores y prioridades: Es mucho más fácil decir que “no” cuando tenemos claridad respecto a aquello que es importante para nosotras. ¿Y cómo saberlo? Básicamente hay que conocerse a uno mismo y tener claro cuál es la escala de valores y los fundamentos en los que te basas para seleccionar aquellas cosas que se quieren o no se quieren hacer. ¿Qué prioridad le das a tu salud, a tu familia, al dinero, a tu tiempo, a tu tranquilidad? En definitiva, identificar tu centro.

Un buen tip es elaborar una lista de tus valores y prioridades por escrito, estableciendo metas, y mantenerla en un lugar visible. Recurre a ella cuando alguna petición interfiera con lo que te has trazado.

Decir que sí nunca será una obligación: Quizá parezca una afirmación muy obvia pero muchas veces nos entra ansiedad y nos enredamos en diversas excusas para justificarnos cuando no podemos hacer una tarea o un favor. Por lo tanto es primordial interiorizar que no se está obligado a nada. No hace falta que te justifiques o que reflexiones demasiado cuando ya sabes lo que quieres hacer, recuerda que decir “no” es un derecho personal que hay que poner en práctica de forma asertiva.

No es tu tarea responsabilizarte de los demás: Una cosa es ayudar y servir a quien lo necesite, y otra es que se aprovechen de tu buena voluntad. ¿Cómo notar la diferencia? La respuesta la obtendrás evaluando si realmente esa persona necesita ser ayudada, ¿la tarea que te pide podría realizarla ella misma sin problema? ¿Es totalmente imprescindible tu ayuda? 

Di “no” de forma asertiva: No hace falta dar explicaciones largas, con un “lo siento, no puedo” sería suficiente, pero también puedes emplear respuestas más empáticas que comiencen la oración con algo positivo, por ejemplo: 

  • Me gustaría decirte que sí, pero ahora tengo otros planes”
  • “Gracias por invitarme, pero hoy no me viene bien, si quieres quedamos otro día para tomar una café”
  • “Me encantaría ayudarte, pero estoy justa de tiempo, si quieres mañana a primera hora lo vemos”
  • “Me gustaría acompañarte, pero tengo cosas que hacer”
  • “Entiendo que quieras que te lo  preste, pero lo necesito para esta tarde”

¡Y pensar que a veces nos abrumamos con tantos pensamientos! Si te das cuenta, solo es necesario explicar lo justo y ser honesta. La educación y amabilidad no se pierden en ningún momento.

Decir que “no” es aprender a decir “sí” a ti misma

No importa quién seas o qué hagas, es imposible darle gusto a todo el mundo. Saber esto, te hará sentir más aliviada y no le darás tanta importancia a lo que digan los demás. Lo importante es ser valiente, y enfrentar  las inseguridades para entender de dónde vienen o qué nos las provocan.

Dar un “no” como respuesta es una cuestión de tener claro cuál es tu centro y poder defenderlo con asertividad, conversando sobre las áreas en las que se puede ser flexible y resguardando las prioridades que no son transables.  

Aprende a decir no, tus argumentos siempre son válidos.  Actúa de acuerdo a tus propias metas, necesidades, ideas y valores, y serás más feliz.

Si  respondes a todo que sí, pero luego te queda una sensación parecida a la rabia contra todo y nada a la vez, este post es para ti.

Déjame comenzar por intentar explicar que las personas basamos nuestra seguridad en un centro, que es como nuestro núcleo, algo muy íntimo, una especie de motorcito interior desde donde tomamos nuestras decisiones.

Algunas personas tienen su centro en otra persona, por ejemplo en su pareja o en alguna amistad (o en alguien por quien sienten rencor y consideran su enemigo). Si esa persona ha planificado pasar una tarde sola viendo una serie para descansar, pero recibe un mensaje de su novio preguntando si puede ir a verla, no cabe duda que la respuesta será sí.

Otras personas tienen su centro en sus obligaciones o responsabilidades de colegio, universidad o trabajo. Si hay un trabajo que terminar o asistir a un cumpleaños familiar, su decisión será llegar hasta el final con el proyecto, aunque se haya comprometido con anticipación a asistir a la celebración.

Para algunos, su centro está en el placer, o en sí mismos y en su deseo de progresar, en las posesiones, etc. Hay muchas cosas tangibles o intangibles que pueden convertirse en nuestro centro y no siempre sabemos con 100% de certeza desde dónde nos movemos. Puede haber temporadas en que todo gira en torno a otra persona, luego quizá tenemos un proyecto de vida que nos apasiona y eso se transforma en el centro durante meses o años…  Pero en general casi siempre tenemos al menos “algo” que se mantiene constante. Más adelante quiero escribir en detalle sobre esto, y explicar por qué es mejor no hacer de nuestro centro de seguridad ni a otras personas, ni a cosas que queremos tener, si no más bien lo que queremos SER como personas.

Pero volviendo al tema, una razón potente de por qué nos cuesta decir que no, es que desconocemos nuestro centro y eso nos deja completamente vulnerables para los requerimientos de todo y de todos.

Si habitualmente sientes estos reproches interiores del estilo: “Sí, tenía que entregar ese trabajo, pero ¿cómo iba a dejar a mi mejor amiga sola en ese evento?”, “el viaje será más costoso de lo que pensé, pero me dijeron que si yo no iba sería demasiado aburrido”, “no quería ver esa película pero la eligió la mayoría”, “estoy agotada, pero prefiero ir a la celebración para no tener conflictos con mi amiga…” es que desconoces tu centro y estás siendo arrastrada por las necesidades a tu alrededor.

¿Te ha pasado también que te han dicho o has leído por ahí la frase “escucha a tu cuerpo” para saber qué hacer o responder? Eso también tiene una explicación, y se debe a que las emociones se manifiestan en nuestro cuerpo, por lo tanto, si estamos sintiendo frustración, enfado, inquietud o ansiedad porque hemos dicho o hecho algo que no queríamos, nuestro cuerpo manifestará de manera sensible esas emociones.

Ahora, cómo explico en mi agenda 2021, lo que hay que hacer en esos casos, no es adormecer o no prestarle atención a esas sensaciones, evadiéndolas con comida o con series o con lo que sea, si no que hay que escucharlas, y en este caso lo que te están diciendo es que transgrediste alguna regla interna tuya. Y esa es la primera indicación de que tu centro realmente existe, solo que como no lo tienes del todo identificado, o no sabías que existía un centro, nos quedamos sólo con lo negativo de la sensación y un sentimiento confuso que nos invade.

Escuchar tu cuerpo, es escuchar tus emociones, y escuchar tus emociones es una invitación a reflexionar sobre lo que sucede.

Algunos indicadores de que no tenemos 100% identificado nuestro centro:

Siempre que hay un “área gris” en nuestras vidas que nos produce malestar, es que no hemos identificado a qué le estamos diciendo que Sí… No, no me he equivocado al escribir. Decir que no, porque no, no tiene ningún sentido. Desde mi punto de vista la única manera de decir que no, es tener un apasionado SI por otra cosa que nos empodera y nos llena de claridad y energía.

Si nos falta ese apasionado SI, entonces corremos el riesgo de caer en estas posibles consecuencias: 

Es bueno tener la capacidad de ser flexibles, pero no hasta el punto de rompernos por complacer siempre a los demás por encima de nuestros deseos. Si dices que sí a los demás, sólo por no hacer frente a las consecuencias de tu negativa o por la falsa creencia de que serás maleducada, estarás bloqueando el derecho a usar tu libre albedrío y acabarás agotada y furibunda por haberte llenado de cosas que en realidad no querías hacer.

En conclusión, aprender a identificar tu centro te permite establecer límites para tener control de tu vida, evitando ceder ante manipulaciones y chantajes emocionales; además resulta esencial para cuidarnos, valorarnos, fortalecer nuestra confianza y sentirnos bien con nosotras mismas. 

¿Por qué es más difícil decir que no en la adolescencia?

A nuestra edad somos más proclives a valorar por sobre todas las cosas a nuestro grupo de amigos y las decisiones que emergen de ese grupo. Es natural, sentimos mayor confianza con nuestros pares, con los que además compartimos las mismas cosas y problemas. En esta etapa hay una constante búsqueda de identidad, de desarrollar una autonomía mayor y en esa exploración hay algunas cosas que llevamos al límite sin estar completamente seguras si estamos tomando las mejores decisiones.

Más de una vez nos hemos visto arrastradas a participar en alguna actividad presionada por el grupo, desde asistir a algún evento, imitar algún desafío sacado de las redes sociales o hablarle al chico que nos gusta… Decir que “no” se vuelve complicado porque de algún modo tendemos a identificarnos y a guardar “fidelidad” al grupo con el que sentimos afinidad más que con nosotras mismas.

También se suma el miedo al rechazo, a perder afectos, a quedar mal, a las críticas sociales y pesa mucho la culpa y la necesidad de aprobación. Entonces podemos ser capaces de pasar por encima de nuestros propios intereses para acceder a peticiones que, en realidad, no compartimos al 100%. 

Entonces, ¿qué se puede hacer? 

Ante la duda de hacer o no hacer algo, si acceder o no acceder o cuál será la decisión correcta para algún asunto lo primero es una buena reflexión personal para identificar qué cosas realmente te importan más y por qué o por quién las estás haciendo… Hace falta mucha valentía para hacerlas por uno misma y no por lo que digan los demás.

Si el asunto es más complejo, hay que recurrir a alguien que probablemente ya haya pasado por eso, generalmente alguien mayor, que tenga más experiencia. Puedes intentar iniciar una conversación y ver si esa persona te da confianza para hablar de lo que te preocupa. 

También es importante recordar que una cosa es decir que “no” a una acción o petición y otra, muy diferente, es decir que no a la persona o al grupo de amigos. A veces hay que hacer la distinción para comprender que la valoración y el respeto por el grupo no pasa por cumplir con las expectativas de los demás. No tengas miedo de tener esas conversaciones. En mi opinión se valora y se respeta más a una persona con decisiones claras, que a alguien que no tiene ninguna convicción y sigue a la masa.

La clave está en ser asertiva

Seguramente habrás escuchado algo sobre la asertividad, esa capacidad que tenemos para relacionarnos y comunicarnos sanamente con otros y que se consigue cuando actuamos cuidando nuestras necesidades, pensamientos y emociones, al tiempo que respetamos también los de los otros. 

Ser asertivas básicamente nos permite:

Todo se trata de encontrar el equilibrio entre no perder el respeto a los demás ni perdérnoslo a nosotras mismas. 

Los psicólogos hablan de esta balanza en otros términos. Ellos hablan de la actitud sumisa, esa que tienen los que nunca se niegan a nada.

La actitud agresiva, cuando hay una negación ruda y sin filtros.

Y la actitud asertiva, esa que sabe decir que “no” con argumentos y sin herir. 

Para lograr ser más asertivos, debemos aprender a determinar en qué momentos hay que negarse y en qué situaciones hay que decir que sí y aceptar el requerimiento de otros. De ese modo se aprende a defender los propios derechos, sin  lastimar, ofender o perjudicar a nadie. Cuanta más asertividad demuestres, mayor será la seguridad que desarrolles en ti misma. 

La asertividad es fundamental para evitar comportamientos precipitados o impulsivos, tanto como el no hacer nunca las cosas, y facilita la toma de decisiones razonada, basada en convicciones.

Entonces, ¿cómo digo que no?

Aquí algunas técnicas concretas que pueden ayudar para que pongas en práctica un asertivo “no” que demarque bien tus límites.

Aclara la petición y comienza a analizar las consecuencias: En primer lugar, es importante entender lo que te piden o requieren, no vale la pena quedarse con ninguna duda. Posteriormente puedes hacer un análisis para tener claras las consecuencias que tendría aceptar o rechazar esa petición. Ojo, a veces la respuesta también puede venir desde la intuición.

Pospón tu respuesta: No tienes por qué responder en ese mismo momento. Quizá tienes que consultarlo con alguien más, mirar tu agenda, o cerrar un plan que tenías previsto primero. La idea es darnos tiempo para tomar una decisión consciente y poner los argumentos sobre la balanza. Cuando decimos que sí sin pensarlo demasiado acabamos por negarnos a nosotras mismas. 

Ten claridad respecto a tus valores y prioridades: Es mucho más fácil decir que “no” cuando tenemos claridad respecto a aquello que es importante para nosotras. ¿Y cómo saberlo? Básicamente hay que conocerse a uno mismo y tener claro cuál es la escala de valores y los fundamentos en los que te basas para seleccionar aquellas cosas que se quieren o no se quieren hacer. ¿Qué prioridad le das a tu salud, a tu familia, al dinero, a tu tiempo, a tu tranquilidad? En definitiva, identificar tu centro.

Un buen tip es elaborar una lista de tus valores y prioridades por escrito, estableciendo metas, y mantenerla en un lugar visible. Recurre a ella cuando alguna petición interfiera con lo que te has trazado.

Decir que sí nunca será una obligación: Quizá parezca una afirmación muy obvia pero muchas veces nos entra ansiedad y nos enredamos en diversas excusas para justificarnos cuando no podemos hacer una tarea o un favor. Por lo tanto es primordial interiorizar que no se está obligado a nada. No hace falta que te justifiques o que reflexiones demasiado cuando ya sabes lo que quieres hacer, recuerda que decir “no” es un derecho personal que hay que poner en práctica de forma asertiva.

No es tu tarea responsabilizarte de los demás: Una cosa es ayudar y servir a quien lo necesite, y otra es que se aprovechen de tu buena voluntad. ¿Cómo notar la diferencia? La respuesta la obtendrás evaluando si realmente esa persona necesita ser ayudada, ¿la tarea que te pide podría realizarla ella misma sin problema? ¿Es totalmente imprescindible tu ayuda? 

Di “no” de forma asertiva: No hace falta dar explicaciones largas, con un “lo siento, no puedo” sería suficiente, pero también puedes emplear respuestas más empáticas que comiencen la oración con algo positivo, por ejemplo: 

¡Y pensar que a veces nos abrumamos con tantos pensamientos! Si te das cuenta, solo es necesario explicar lo justo y ser honesta. La educación y amabilidad no se pierden en ningún momento.

Decir que “no” es aprender a decir “sí” a ti misma

No importa quién seas o qué hagas, es imposible darle gusto a todo el mundo. Saber esto, te hará sentir más aliviada y no le darás tanta importancia a lo que digan los demás. Lo importante es ser valiente, y enfrentar  las inseguridades para entender de dónde vienen o qué nos las provocan.

Dar un “no” como respuesta es una cuestión de tener claro cuál es tu centro y poder defenderlo con asertividad, conversando sobre las áreas en las que se puede ser flexible y resguardando las prioridades que no son transables.  

Aprende a decir no, tus argumentos siempre son válidos.  Actúa de acuerdo a tus propias metas, necesidades, ideas y valores, y serás más feliz.

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