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Convierte la rabia en una emoción constructiva

5 claves para canalizar esa explosiva emoción

¿Quién no ha sentido literalmente que va a explotar? La sangre hierve, parece entrar en estado de ebullición, una presión invade cada rincón del cuerpo y amenaza con salir de un momento a otro con toda la violencia que caracteriza a un volcán en erupción…

La ira o la rabia es una de las emociones que más energía moviliza en la persona y tiene su base en el instinto de supervivencia. Nos ayuda a defendernos de las amenazas, a parar una agresión, a cortar relaciones tóxicas, a ejercer alguna acción frente a la injusticia…todo lo que sea necesario para protegernos. Se caracteriza por generar cientos de reacciones a nivel corporal que nos preparan para movilizarnos hacia la acción.

Su efecto es pasajero y limitado en el tiempo, pero si se usa anticipando el futuro o se deja anclada en el pasado…créeme, se puede convertir en un verdadero lastre interior. No es una emoción precisamente agradable, muchas veces pareciera nublarnos cegando todo resquicio de raciocinio. Por eso, mucha gente la clasifica dentro de las emociones negativas. Sin embargo, su aparición es muchas veces sana y como lo vimos antes,  puede ser muy útil.

Habría que precisar entonces que una emoción es negativa por lo que nos hace sentir, pero eso no es sinónimo de que sea una “emoción mala”. He aprendido que todas las emociones son buenas, el problema está en cómo las gestionamos. En este caso, el no saber cómo resolver la ira puede volcar su poder destructivo contra nosotros mismos. Hay quien opina que es mejor inhibirla ante la dificultad que representa controlarla y hay quien se deja llevar presentando una conducta que podría lamentar…

¿Entonces es mejor contener la ira o dejarla salir sin contemplaciones?

Mmmm no te voy a mentir, he experimentado ambas opciones. He vivido situaciones complejas no solo con la gente que en algún momento tildé de antagonista en mi vida, también con mi familia, con Andriev…¡conmigo misma!  La cosa es que ninguna me funcionó muy bien. Al final, reprimir mi rabia solo me llevó a tener explosiones intermitentes que me hicieron sentir peor; y dejarla fluir…bueno ya sabes: descontrol, consecuencias y ese terrible sentimiento de arrepentimiento. No, tampoco fue buena idea.

Creo que si se toma una de estas dos determinaciones uno siempre corre el peligro de caer en la sumisión o en la agresión. Para gestionar la ira de manera más sana se necesita poner voluntad para permitir que salga constantemente pero en su dosis equilibrada. ¿Y cómo diablos se logra eso?

Aplicando inteligencia emocional. Es posible canalizar la energía de esa emoción tan intensa y poderosa para nuestro propio beneficio. ¡Es un alivio decirlo! Cualquier emoción “negativa”, incluida la rabia, se convierte a su forma más sana cuando nos ayuda a solucionar conflictos, buscar soluciones o mejorar nuestras relaciones.

Así que pongamos manos a la obra para encauzar esa intensa emoción

He leído y escuchado los consejos de algunos expertos. Acá te paso los puntos más relevantes para regular o canalizar esa bomba interior que experimentamos a menudo.

Hay que decir que para reconducir la energía que genera, todos coinciden en que hay que conocer bien la emoción. Aceptar su presencia y saber que los pensamientos y sentimientos que la acompañan son irracionales, te harán recuperar la capacidad de razonar y comprender.

1- Reconoce la rabia

Las emociones siempre hacen su aparición sin mayor preámbulo. Se sienten y punto. Sin embargo, es importante detenerse e identificar qué es lo que te sucede. ¿Por qué me enfurezco de esta manera? ¿Cuál fue la situación que me molestó tanto? Intenta describir en palabras las sensaciones que aparecen. Es importante  reconocer que estamos alterados, que algo nos ha hecho enojar. Este primer paso nos hará entender que la ira nos advierte que algo sucede en nuestro interior.

2- Indaga en su origen

¿Eres capaz de identificar en qué situaciones aparece y en cuáles está ausente? Posiblemente descubras que las situaciones en las que aparece tienen algo en común. La ira puede ser el efecto de alguna insatisfacción, injusticia, dolor, frustración, búsqueda de la perfección… Si profundizamos en su origen sabremos dónde trabajar para fortalecernos, aceptar las cosas o sentirnos satisfechos. Pregúntate: ¿Lo que siento en este momento, me recuerda a alguna experiencia desagradable pasada? Recuerda que solo conociendo la profundidad de la emoción podremos sanarla o utilizarla a nuestro favor.

3- Asume tu responsabilidad

Es fácil culpar a las circunstancias o a las personas de nuestra rabia,  pero en realidad nosotr@s somos l@s únic@s responsables (al igual que lo somos de cualquier emoción que experimentemos).  No podemos culpar al otro a pesar de que asociemos o proyectemos el sentimiento sobre alguien. “Es que me saca de mis casillas” estarás pensando, pero esa solo es una forma de legitimar el propio enfado. Con esa actitud estamos reafirmando que los sentimientos están fuera de nuestro control. La ira no nos brinda información del otr@, al contrario, nos habla de nosotr@s mism@s y de cómo reaccionamos ante un hecho. Entenderlo así nos ayudará a responsabilizarnos de nuestra emoción y a conocernos a través de ella.

4- ¡Libera la energía!

Esa explosión interna de la que ya hemos hablado,  no es más que un golpe de adrenalina que se expande por nuestro cuerpo. Esta hormona incrementa los latidos del corazón, tensa los músculos y acentúa nuestro estado de alerta. Se trata de una respuesta instintiva que conviene canalizar para evitar daños personales y ajenos. Hay diferentes alternativas que nos permitirán descargar la tensión:

  • Busca alguna actividad física que te requiera esfuerzo, puedes correr, saltar, caminar a prisa… Te recomiendo que mientras lo hagas imagines que vas sacando esa emoción que te daña. También puedes patalear e incluso  golpear una almohada y visualizar cómo termina tu rabia al finalizar estas actividades. Sentirás un gran alivio.
  • Toma distancia y da un paseo, o bien, elige un lugar seguro donde puedas gritar y expresarte sin que nadie te oiga, así conseguirás expulsar de tu sistema lo que sientes, en voz alta, con la certeza de que nadie recibirá tus palabras.
  • También puedes optar por realizar respiraciones profundas, relajación, mindfulness o cualquier otro tipo de meditación, estas estrategias se recomiendan, mas que para canalizar la rabia, para prevenirla.

Liberar la energía que provoca esta intensa emoción es un paso primordial para comunicarnos de manera adecuada. Ejercicios  como los anteriores facilitan este proceso consiguiendo una rebaja de la carga emocional y, por lo tanto, una mayor capacidad para comentar aquello que nos ha molestado de manera correcta. Vayamos entonces al último paso…

5- Exprésate asertivamente

Una vez que hemos entendido lo que estamos sintiendo y que hemos liberado esa energía explosiva, es posible hacer llegar a la otra persona nuestros sentimientos, nuestro punto de vista, la expectativa que no se ha visto cumplida. Piensa qué manera funciona mejor para ti, ¿en persona? ¿por escrito?…Piensa también qué necesitas expresar y por qué, asumiendo los sentimientos propios, pero también tomando en cuenta las necesidades y sentimientos de la otra persona.

Muy importante: no tengas miedo de expresar tu enojo. No se trata de atacar al otro o de vengarse, sino de no de evitar que nos hagan daño. Hay quiénes creen que se convierten en malas personas por sentir rabia, pero la realidad es que experimentar emociones “negativas”,  a excepción quizás de Hulk, no han convertido a nadie en un monstruo…No olvides que poner límites es la mejor manera de auto-protegernos.

¿Y si necesito parar en seco una situación que no es grave, pero sí molesta?

Comentarios fuera de lugar, burlas, actitudes imprudentes…es verdad que hay situaciones que pueden hacernos enojar y en la que muchas veces ni siquiera vale la pena detenerse a profundizar demasiado. Bueno, si sientes que es el caso también hay  una fórmula “corta” que te puedo compartir con el objetivo de que pares la molestia y avances. Todos tenemos la necesidad y el derecho de ser respetados.

  • La primera parte de la fórmula radica en expresar la queja o la crítica, sin gritar ni elevar el tono. Tampoco vale usar descalificativos hacia la otra persona.
  • La segunda parte de la fórmula consiste en dejar tus límites claros, algo así como “Así NO quiero las cosas y así SÍ las quiero”.

Por ejemplo, si estás en una reunión con amigos y uno de ellos comenta en tono de burla lo mal que te sienta ese vestido que tanto adoras, lo puedes parar de la siguiente manera: “No me gusta que opinen sobre mi ropa; pero si tienes una sugerencia, puedes buscar otra forma de decírmelo y de preferencia no en medio de una fiesta”.

Así habrás expresado tu enojo de manera breve y directa. No hay necesidad de dar explicaciones o alargarse. Como te comentaba anteriormente, puede que te cueste un poco al principio, pero si no lo haces, lejos de amainarse es posible que tu enojo se transforme en rabia de un momento a otro…

Y para terminar…transforma tu ira en aprendizaje.

La ira o la rabia tiene como estructura la justicia, la verdad y la defensa a las agresiones. Si sufrimos una  experiencia de engaño, injusticia, traición o  agresión en cualquiera de sus formas, es natural que esta aflore.  Seguiremos experimentándola a lo largo de toda nuestra vida, por eso es importante transfórmala en aprendizaje.

No te desesperes si no logras expresarla de forma adecuada a la primera. Si bien se requiere práctica, todos somos capaces de dedicar un tiempo observar y reconocer nuestras emociones. Entender que el enfado nos sirve para resolver la situación que nos está afectando de manera negativa y que nos ayuda a reafirmarnos, a diferenciarnos del otro y a expresar el propio punto de vista, nos ayudará a  gestionarla mejor. 

No olvides buscar su origen, para saber qué es lo que tiene que enseñarte. Aprender con tu emoción es una forma de crecer. Saber gestionarla es expresarla sin dañarte ni a ti ni a nadie. Si transformas la rabia en aprendizaje ya la habrás convertido en una emoción constructiva que repercutirá siempre ¡en tu propio bienestar!

¡Ánimo!

5 claves para canalizar esa explosiva emoción

¿Quién no ha sentido literalmente que va a explotar? La sangre hierve, parece entrar en estado de ebullición, una presión invade cada rincón del cuerpo y amenaza con salir de un momento a otro con toda la violencia que caracteriza a un volcán en erupción…

La ira o la rabia es una de las emociones que más energía moviliza en la persona y tiene su base en el instinto de supervivencia. Nos ayuda a defendernos de las amenazas, a parar una agresión, a cortar relaciones tóxicas, a ejercer alguna acción frente a la injusticia…todo lo que sea necesario para protegernos. Se caracteriza por generar cientos de reacciones a nivel corporal que nos preparan para movilizarnos hacia la acción.

Su efecto es pasajero y limitado en el tiempo, pero si se usa anticipando el futuro o se deja anclada en el pasado…créeme, se puede convertir en un verdadero lastre interior. No es una emoción precisamente agradable, muchas veces pareciera nublarnos cegando todo resquicio de raciocinio. Por eso, mucha gente la clasifica dentro de las emociones negativas. Sin embargo, su aparición es muchas veces sana y como lo vimos antes,  puede ser muy útil.

Habría que precisar entonces que una emoción es negativa por lo que nos hace sentir, pero eso no es sinónimo de que sea una “emoción mala”. He aprendido que todas las emociones son buenas, el problema está en cómo las gestionamos. En este caso, el no saber cómo resolver la ira puede volcar su poder destructivo contra nosotros mismos. Hay quien opina que es mejor inhibirla ante la dificultad que representa controlarla y hay quien se deja llevar presentando una conducta que podría lamentar…

¿Entonces es mejor contener la ira o dejarla salir sin contemplaciones?

Mmmm no te voy a mentir, he experimentado ambas opciones. He vivido situaciones complejas no solo con la gente que en algún momento tildé de antagonista en mi vida, también con mi familia, con Andriev…¡conmigo misma!  La cosa es que ninguna me funcionó muy bien. Al final, reprimir mi rabia solo me llevó a tener explosiones intermitentes que me hicieron sentir peor; y dejarla fluir…bueno ya sabes: descontrol, consecuencias y ese terrible sentimiento de arrepentimiento. No, tampoco fue buena idea.

Creo que si se toma una de estas dos determinaciones uno siempre corre el peligro de caer en la sumisión o en la agresión. Para gestionar la ira de manera más sana se necesita poner voluntad para permitir que salga constantemente pero en su dosis equilibrada. ¿Y cómo diablos se logra eso?

Aplicando inteligencia emocional. Es posible canalizar la energía de esa emoción tan intensa y poderosa para nuestro propio beneficio. ¡Es un alivio decirlo! Cualquier emoción “negativa”, incluida la rabia, se convierte a su forma más sana cuando nos ayuda a solucionar conflictos, buscar soluciones o mejorar nuestras relaciones.

Así que pongamos manos a la obra para encauzar esa intensa emoción

He leído y escuchado los consejos de algunos expertos. Acá te paso los puntos más relevantes para regular o canalizar esa bomba interior que experimentamos a menudo.

Hay que decir que para reconducir la energía que genera, todos coinciden en que hay que conocer bien la emoción. Aceptar su presencia y saber que los pensamientos y sentimientos que la acompañan son irracionales, te harán recuperar la capacidad de razonar y comprender.

1- Reconoce la rabia

Las emociones siempre hacen su aparición sin mayor preámbulo. Se sienten y punto. Sin embargo, es importante detenerse e identificar qué es lo que te sucede. ¿Por qué me enfurezco de esta manera? ¿Cuál fue la situación que me molestó tanto? Intenta describir en palabras las sensaciones que aparecen. Es importante  reconocer que estamos alterados, que algo nos ha hecho enojar. Este primer paso nos hará entender que la ira nos advierte que algo sucede en nuestro interior.

2- Indaga en su origen

¿Eres capaz de identificar en qué situaciones aparece y en cuáles está ausente? Posiblemente descubras que las situaciones en las que aparece tienen algo en común. La ira puede ser el efecto de alguna insatisfacción, injusticia, dolor, frustración, búsqueda de la perfección… Si profundizamos en su origen sabremos dónde trabajar para fortalecernos, aceptar las cosas o sentirnos satisfechos. Pregúntate: ¿Lo que siento en este momento, me recuerda a alguna experiencia desagradable pasada? Recuerda que solo conociendo la profundidad de la emoción podremos sanarla o utilizarla a nuestro favor.

3- Asume tu responsabilidad

Es fácil culpar a las circunstancias o a las personas de nuestra rabia,  pero en realidad nosotr@s somos l@s únic@s responsables (al igual que lo somos de cualquier emoción que experimentemos).  No podemos culpar al otro a pesar de que asociemos o proyectemos el sentimiento sobre alguien. “Es que me saca de mis casillas” estarás pensando, pero esa solo es una forma de legitimar el propio enfado. Con esa actitud estamos reafirmando que los sentimientos están fuera de nuestro control. La ira no nos brinda información del otr@, al contrario, nos habla de nosotr@s mism@s y de cómo reaccionamos ante un hecho. Entenderlo así nos ayudará a responsabilizarnos de nuestra emoción y a conocernos a través de ella.

4- ¡Libera la energía!

Esa explosión interna de la que ya hemos hablado,  no es más que un golpe de adrenalina que se expande por nuestro cuerpo. Esta hormona incrementa los latidos del corazón, tensa los músculos y acentúa nuestro estado de alerta. Se trata de una respuesta instintiva que conviene canalizar para evitar daños personales y ajenos. Hay diferentes alternativas que nos permitirán descargar la tensión:

Liberar la energía que provoca esta intensa emoción es un paso primordial para comunicarnos de manera adecuada. Ejercicios  como los anteriores facilitan este proceso consiguiendo una rebaja de la carga emocional y, por lo tanto, una mayor capacidad para comentar aquello que nos ha molestado de manera correcta. Vayamos entonces al último paso…

5- Exprésate asertivamente

Una vez que hemos entendido lo que estamos sintiendo y que hemos liberado esa energía explosiva, es posible hacer llegar a la otra persona nuestros sentimientos, nuestro punto de vista, la expectativa que no se ha visto cumplida. Piensa qué manera funciona mejor para ti, ¿en persona? ¿por escrito?…Piensa también qué necesitas expresar y por qué, asumiendo los sentimientos propios, pero también tomando en cuenta las necesidades y sentimientos de la otra persona.

Muy importante: no tengas miedo de expresar tu enojo. No se trata de atacar al otro o de vengarse, sino de no de evitar que nos hagan daño. Hay quiénes creen que se convierten en malas personas por sentir rabia, pero la realidad es que experimentar emociones “negativas”,  a excepción quizás de Hulk, no han convertido a nadie en un monstruo…No olvides que poner límites es la mejor manera de auto-protegernos.

¿Y si necesito parar en seco una situación que no es grave, pero sí molesta?

Comentarios fuera de lugar, burlas, actitudes imprudentes…es verdad que hay situaciones que pueden hacernos enojar y en la que muchas veces ni siquiera vale la pena detenerse a profundizar demasiado. Bueno, si sientes que es el caso también hay  una fórmula “corta” que te puedo compartir con el objetivo de que pares la molestia y avances. Todos tenemos la necesidad y el derecho de ser respetados.

Por ejemplo, si estás en una reunión con amigos y uno de ellos comenta en tono de burla lo mal que te sienta ese vestido que tanto adoras, lo puedes parar de la siguiente manera: “No me gusta que opinen sobre mi ropa; pero si tienes una sugerencia, puedes buscar otra forma de decírmelo y de preferencia no en medio de una fiesta”.

Así habrás expresado tu enojo de manera breve y directa. No hay necesidad de dar explicaciones o alargarse. Como te comentaba anteriormente, puede que te cueste un poco al principio, pero si no lo haces, lejos de amainarse es posible que tu enojo se transforme en rabia de un momento a otro…

Y para terminar…transforma tu ira en aprendizaje.

La ira o la rabia tiene como estructura la justicia, la verdad y la defensa a las agresiones. Si sufrimos una  experiencia de engaño, injusticia, traición o  agresión en cualquiera de sus formas, es natural que esta aflore.  Seguiremos experimentándola a lo largo de toda nuestra vida, por eso es importante transfórmala en aprendizaje.

No te desesperes si no logras expresarla de forma adecuada a la primera. Si bien se requiere práctica, todos somos capaces de dedicar un tiempo observar y reconocer nuestras emociones. Entender que el enfado nos sirve para resolver la situación que nos está afectando de manera negativa y que nos ayuda a reafirmarnos, a diferenciarnos del otro y a expresar el propio punto de vista, nos ayudará a  gestionarla mejor. 

No olvides buscar su origen, para saber qué es lo que tiene que enseñarte. Aprender con tu emoción es una forma de crecer. Saber gestionarla es expresarla sin dañarte ni a ti ni a nadie. Si transformas la rabia en aprendizaje ya la habrás convertido en una emoción constructiva que repercutirá siempre ¡en tu propio bienestar!

¡Ánimo!

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