Los recibió el blanco del invierno en Sortes. Un viento frío que azotaba la construcción al otro lado del portal hizo que los hermanos Della Calabazza ajustaran sus ropas para abrigarse. La luz cegadora del portal comenzaba a amainar. Poco a poco, las formas y el ruido empezaron a perfilarse, revelando una imagen que los sobrecogió.

Frente a ellos se extendía un extenso puente de piedra de aproximadamente dos kilómetros de largo, similar a la Gran Muralla China, que unía el edificio del portal que habían atravesado con una majestuosa silueta cubierta por la niebla que dominaba el horizonte: La Gran Isla de Sortes.

En esos breves segundos, en los que el tiempo pareció detenerse, los hermanos Della Calabazza sintieron la emoción de volver al hogar, de regresar al origen. Pese a todo lo ocurrido en los últimos días, y el peligro en el que aún se encontraban, ver a lo lejos la impresionante mole los llenó de bríos y nuevos ánimos.

No podían rendirse ahora, no ahora que estaban en casa.

No ahora que habían logrado lo que su madre les había pedido en sus últimas palabras.

Habían regresado a El Embrujo.