Episodio 13:
El encuadernador
La puerta del horno se abrió despidiendo un agradable aroma a mantequilla y canela. Una anciana de profundos ojos azules y pómulos marcados, sacó una bandeja con galletas redondas. La mañana era fría, pero ella solo vestía con un sencillo vestido azul, un delantal y un sweater de lana. La mujer salió de la cocina y se dirigió a la sala contigua para dejar las galletas sobre la mesa de centro, donde aguardaba una tetera humeante. —Alexander, están por llegar… —dijo subiendo un poco la voz. —Lo sé, lo sé —respondió un anciano alto y de gruesas cejas blancas. Ni bien terminó de responder, se escuchó el sonido del timbre. —Yo los recibo —dijo mientras caminaba por el pasillo. Luego de sacudirse las manos en el overol que llevaba puesto, abrió la puerta. —Vaya, son más jóvenes de lo que creía —dijo al ver al trío que estaba en la puerta. Andriev se sorprendió ante las palabras sonrientes del anciano. Libia, confundida con la recepción, volvió a revisar su celular para verificar que estuvieran en la dirección correcta. Manfred, por su parte, solo se encogió de hombros. —Disculpe señor, buscamos un taller de encuadernación. Parece que estamos perdidos —afirmó Andriev convencido de que Libia habría dado una dirección equivocada—. ¿Sabe dónde podríamos encontrarlo? —Oh, no, no están perdidos. Están en el lugar correcto. Es aquí. —¿Usted es Alexander Orson? —preguntó Libia. —El mismo que viste y calza —el anciano dibujó una sonrisa en el rostro e hizo un ademán para que hicieran ingreso al interior de la vivienda—. Pasen por favor. Libia y Andriev titubearon un poco pero Manfred dio el primer paso. El calor proveniente del interior unido al dulce aroma, era un buen aliciente para entrar. Los tres jóvenes siguieron al viejo por un pasillo de paredes tapizadas de rojo con patrones florales y llegaron a una acogedora sala, donde los esperaba de pie una sonriente anciana que los invitó a sentarse. —Buenos días, señora —saludó Andriev. Libia y Manfred hicieron lo mismo. —Llámenme Zdenka, por favor —respondió ella con una cálida sonrisa. Los tres jóvenes observaron la sala donde se encontraban. Contra la pared se podía ver un antiguo reloj de péndulo y al centro una chimenea cuya base exhibía varias esculturas de porcelana que representaban antiguas escenas del trabajo en el campo. Por una pequeña ventana entraba un rayo de luz que le otorgaba cierta cualidad […]