Caminaban en silencio. Tras remontar una colina, habían dejado atrás los agrestes parajes de La Penumbra, y el paisaje había cambiado abruptamente. Si bien aún podía apreciarse el clima húmedo de la parte oeste de Sortes, en la planicie por la que avanzaban el suelo no era tan empantanado como lo era al otro lado de la colina, y sus botas llenas de lodo no se hundían con cada pisada. La vegetación en el lugar era menos frondosa ahí, lo que si bien les permitía avanzar con mayor rapidez, los dejaba al descubierto para cualquier patrulla de sphinges que pudiera estar vigilando las inmediaciones.

—Deberíamos acampar detrás de esa colina —dijo Lucas, señalando un pequeño montículo unos cuantos kilómetros hacia el oriente—. No es buena idea avanzar a plena […]