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¿Rara yo…?

No es raro sentirse rar@, reflexionemos al respecto

Muchas amigas me han escrito preguntando – y a mí misma me ha pasado- qué hacer porque la mayoría del tiempo se sienten “raras”, o como si no pertenecieran al grupo.

Aquí hay mucho que decir (y qué preguntarse)

Lo primero es que a tod@s nos pasa lo mismo. Nuestra vida está atravesada de crisis y de inseguridades que si no las sintiéramos no creceríamos nunca. Pero lo segundo es que tod@s somos diferentes. 

Es una disyuntiva. Por un lado, cada persona tiene su propio carácter, temperamento y personalidad y mira la vida de una manera particular, pero al mismo tiempo todas las personas nos enfrentamos a los mismos miedos.

El miedo al ridículo es uno de ellos. A decir o hacer algo fuera de lugar que nos deje mal frente a los demás y que nos hace sentir vergüenza.

Desde mi punto de vista el problema comienza así:

Hay un momento (habitualmente cuando nos independizamos un poco de la familia y entramos en nuevos grupos) en que tomamos una decisión casi inconsciente, sin pensar por qué lo estamos haciendo y sin contrastarlo con ningún argumento. Es el momento en que miramos a nuestro alrededor y decidimos quién es la persona que tenemos que imitar. Generalmente son las chicas populares del colegio o la universidad, o aquellos que asumimos son exitos@s en la vida. Eso se llama paradigma: una idea preconcebida (del éxito en este caso) que muy poca gente se toma el tiempo de analizar. 

Desde ese momento, inconscientemente, todo se reduce a que debemos hablar como esas personas, vacacionar donde lo hacen ellos, vestirnos de tal modo, divertirnos como lo hacen ellos, usar sus palabras, tener sus actitudes y restringirnos sólo a las cosas aceptadas por ese grupo.

Yo me lo explico solo porque creo que nuestro cerebro está cableado a un instinto muy primitivo de supervivencia que nos impulsa a un “urgente pertenecer a la masa” porque de otra manera no cabe en la cabeza que caigamos en algo tan uniformado.

Aquí los que somos más introvertidos comenzamos a sufrir. A mí me tildaron de rara mil veces, porque no quería ir a todas las fiestas que había cada fin de semana. No me entiendas mal, me encantan las fiestas bien producidas, pero no TODO mi tiempo está disponible exclusivamente para eso. También tengo otras cosas que quiero hacer, y manifestar mi discrepancia, uf… era una batalla…  no sé por qué razón hay tanta gente que no soporta un no como respuesta y nos obliga a dar mil explicaciones. Bueno, en realidad, sí lo sé, pero eso lo explicaré más adelante.

Volviendo al tema… no se puede vivir mucho tiempo a gusto queriendo imitar a otros, simplemente porque somos diferentes y únicas, y esa fuerza interior se tiene que abrir camino por un lado o por otro si no queremos correr el riesgo de volvernos neuróticas o de vivir la vida como un disfraz.

El problema con querer ser aceptadas es que hay placer en ello. Recibir alabanzas y saberse admirada se siente bien. Pero tenemos que analizar si esas alabanzas son verdaderas en dos aspectos: uno, que realmente provengan de personas que nos tienen cariño, y segundo, que no nos estén alabando por algo que estamos aparentando, pero que en verdad no somos. Es fácil quedarse esclavizada de alabanzas falsas sólo por el placer que sentimos al recibirlas. Se parece en algo a las relaciones tóxicas: por un poco de placer, cedemos partes de nosotras mismas.

Pero la profunda insatisfacción de no ser quienes somos estará siempre presente.

A mí me gusta verlo como un proceso. Casi todos comenzamos por ese deseo de querer ser aceptadas y pertenecer. Es obvio, somos personas hechas para vivir en comunidad y queremos desarrollar vínculos, no permanecer aisladas.

Pero a poco de entrar en ese camino, es la misma insatisfacción que sentimos de “ser raras o no pertenecer” la que nos impulsa a salir de ahí y buscar lo que realmente nos atrae. Nuestras emociones son sabias en ese sentido.

Yo creo que el punto esencial es aprender a conocernos.

La vida nos pone miles de circunstancias cada día para lograrlo. Desde un día frío a uno cálido para saber qué nos gusta más.

Si estamos atentas, de pronto algo hace un click interior. Una poesía que describe perfectamente lo que sentimos y entonces las letras cobran vida y queremos más. O quedamos encandiladas con la etiqueta de un producto, no sabemos por qué, pero su diseño nos inspira, o la cocina se transforma en un lugar mágico, o una ilustración de influencia japonesa nos abre un nuevo horizonte de ideas y de ganas de viajar, o algo espiritual que resuena dentro y profundo nos conmueve, o nos damos cuenta que nosotros pensamos mil veces las cosas, mientras que a otros se les olvidan a los cinco minutos… unos bailan al son de músicas que nos parecen insoportables… o el mundo de los lápices, las acuarelas, las pinturas parece mucho más fascinantes que jugar fútbol. O al revés.

Cuando descubrimos qué nos gusta y qué no, vamos moldeando nuestra personalidad. Aprendemos de eso que nos gusta, lo ejercitamos, aparece un nuevo talento, y empezamos a disfrutar con mucha libertad, y ya no nos importa tanto que no nos atraiga lo mismo que a los demás. 

No se trata de que cada uno deba resignarse a una forzada soledad por gustarle las cosas que le gustan. Se trata de estar preparada para la maravillosa sorpresa de la amistad que se da en ese momento clave en que descubrimos que otra persona disfruta de lo mismo que yo. 

La experiencia de ese descubrimiento es magnífica, y vale la pena el esfuerzo. Porque el riesgo de quedarnos en ese pantano emocional de tratar de encajar con lo que a otros les gusta porque creemos que así seremos admiradas es un riesgo demasiado alto. Y además, no se puede forzar. Es energía perdida por que al fin y al cabo, somos diferentes. 

Pero conocernos no es un aprendizaje automático. Se requiere el hábito de reflexionar. 

Durante un tiempo, obviamente no encajaremos en donde estamos, y eso será duro, porque la mayoría de la gente quiere refugiarse en el anonimato de la masa, y nos van a criticar por todo lo que queramos hacer diferente. He aquí la explicación de por qué la gente insiste tanto: inseguridad. La primera reacción es que no les guste nada de nada que nosotros hagamos algo distinto a ellos porque eso los hace cuestionarse a sí mismos, y harán lo posible por mantenernos a su nivel, como en un círculo resguardado y seguro.

La idea no es pelear o imponerse con rabia. Es sólo tomar la decisión interior de quién es la persona que uno es y quiere ser, e ir diseñándola con acciones concretas.

Pienso que hay dos cosas fundamentales para comenzar el desafío de cortar con ese engañoso placer de ser alabado falsamente

  • Mirar en otras direcciones. ¿Por qué te fijas que al llegar a un grupo nuevo siempre hay alguien que acapara la atención, ya sea por su forma de hablar, de vestir, o de desenvolverse? Y no digo que esas personas no puedan ser potenciales excelentes amigos. Pero no dejes de observar a las demás personas. Dales una oportunidad, tanto como te gustaría que te la dieran a ti. Esa persona casi siempre callada, pero que de pronto tiene una salidas increíbles, puede ser una revelación. Date el tiempo de hablar y conocer.
  • Mirar en otras direcciones. ¿Porque te fijas que al llegar a un grupo nuevo siempre hay alguien que acapara la atención, ya sea por su forma de hablar, de vestir, o de desenvolverse? Y no digo que esas personas no puedan ser potenciales excelentes amigos. Pero no dejes de observar a las demás personas. Dales una oportunidad, tanto como te gustaría que te la dieran a ti. Esa persona casi siempre callada, pero que de pronto tiene una salidas increíbles, puede ser una revelación. Date el tiempo de hablar y conocer.

Descubrirse uno mismo es una labor que toma tiempo y la decisión de querer hacerlo, pero eso nos hace libres, y a mi modo de ver, ser libre vale más que todas las alabanzas del mundo.

Prometo traducirlo del inglés pronto, pero si quieres aquí te dejo un link a un instituto de psicología con un test de personalidad que te ayudará a ir descubriendo la tuya.

https://www.viacharacter.org/survey/account/register?registerPageType=popup#youth

No es raro sentirse rar@, reflexionemos al respecto

Muchas amigas me han escrito preguntando – y a mí misma me ha pasado- qué hacer porque la mayoría del tiempo se sienten “raras”, o como si no pertenecieran al grupo.

Aquí hay mucho que decir (y qué preguntarse)

Lo primero es que a tod@s nos pasa lo mismo. Nuestra vida está atravesada de crisis y de inseguridades que si no las sintiéramos no creceríamos nunca. Pero lo segundo es que tod@s somos diferentes. 

Es una disyuntiva. Por un lado, cada persona tiene su propio carácter, temperamento y personalidad y mira la vida de una manera particular, pero al mismo tiempo todas las personas nos enfrentamos a los mismos miedos.

El miedo al ridículo es uno de ellos. A decir o hacer algo fuera de lugar que nos deje mal frente a los demás y que nos hace sentir vergüenza.

Desde mi punto de vista el problema comienza así:

Hay un momento (habitualmente cuando nos independizamos un poco de la familia y entramos en nuevos grupos) en que tomamos una decisión casi inconsciente, sin pensar por qué lo estamos haciendo y sin contrastarlo con ningún argumento. Es el momento en que miramos a nuestro alrededor y decidimos quién es la persona que tenemos que imitar. Generalmente son las chicas populares del colegio o la universidad, o aquellos que asumimos son exitos@s en la vida. Eso se llama paradigma: una idea preconcebida (del éxito en este caso) que muy poca gente se toma el tiempo de analizar. 

Desde ese momento, inconscientemente, todo se reduce a que debemos hablar como esas personas, vacacionar donde lo hacen ellos, vestirnos de tal modo, divertirnos como lo hacen ellos, usar sus palabras, tener sus actitudes y restringirnos sólo a las cosas aceptadas por ese grupo.

Yo me lo explico solo porque creo que nuestro cerebro está cableado a un instinto muy primitivo de supervivencia que nos impulsa a un “urgente pertenecer a la masa” porque de otra manera no cabe en la cabeza que caigamos en algo tan uniformado.

Aquí los que somos más introvertidos comenzamos a sufrir. A mí me tildaron de rara mil veces, porque no quería ir a todas las fiestas que había cada fin de semana. No me entiendas mal, me encantan las fiestas bien producidas, pero no TODO mi tiempo está disponible exclusivamente para eso. También tengo otras cosas que quiero hacer, y manifestar mi discrepancia, uf… era una batalla…  no sé por qué razón hay tanta gente que no soporta un no como respuesta y nos obliga a dar mil explicaciones. Bueno, en realidad, sí lo sé, pero eso lo explicaré más adelante.

Volviendo al tema… no se puede vivir mucho tiempo a gusto queriendo imitar a otros, simplemente porque somos diferentes y únicas, y esa fuerza interior se tiene que abrir camino por un lado o por otro si no queremos correr el riesgo de volvernos neuróticas o de vivir la vida como un disfraz.

El problema con querer ser aceptadas es que hay placer en ello. Recibir alabanzas y saberse admirada se siente bien. Pero tenemos que analizar si esas alabanzas son verdaderas en dos aspectos: uno, que realmente provengan de personas que nos tienen cariño, y segundo, que no nos estén alabando por algo que estamos aparentando, pero que en verdad no somos. Es fácil quedarse esclavizada de alabanzas falsas sólo por el placer que sentimos al recibirlas. Se parece en algo a las relaciones tóxicas: por un poco de placer, cedemos partes de nosotras mismas.

Pero la profunda insatisfacción de no ser quienes somos estará siempre presente.

A mí me gusta verlo como un proceso. Casi todos comenzamos por ese deseo de querer ser aceptadas y pertenecer. Es obvio, somos personas hechas para vivir en comunidad y queremos desarrollar vínculos, no permanecer aisladas.

Pero a poco de entrar en ese camino, es la misma insatisfacción que sentimos de “ser raras o no pertenecer” la que nos impulsa a salir de ahí y buscar lo que realmente nos atrae. Nuestras emociones son sabias en ese sentido.

Yo creo que el punto esencial es aprender a conocernos.

La vida nos pone miles de circunstancias cada día para lograrlo. Desde un día frío a uno cálido para saber qué nos gusta más.

Si estamos atentas, de pronto algo hace un click interior. Una poesía que describe perfectamente lo que sentimos y entonces las letras cobran vida y queremos más. O quedamos encandiladas con la etiqueta de un producto, no sabemos por qué, pero su diseño nos inspira, o la cocina se transforma en un lugar mágico, o una ilustración de influencia japonesa nos abre un nuevo horizonte de ideas y de ganas de viajar, o algo espiritual que resuena dentro y profundo nos conmueve, o nos damos cuenta que nosotros pensamos mil veces las cosas, mientras que a otros se les olvidan a los cinco minutos… unos bailan al son de músicas que nos parecen insoportables… o el mundo de los lápices, las acuarelas, las pinturas parece mucho más fascinantes que jugar fútbol. O al revés.

Cuando descubrimos qué nos gusta y qué no, vamos moldeando nuestra personalidad. Aprendemos de eso que nos gusta, lo ejercitamos, aparece un nuevo talento, y empezamos a disfrutar con mucha libertad, y ya no nos importa tanto que no nos atraiga lo mismo que a los demás. 

No se trata de que cada uno deba resignarse a una forzada soledad por gustarle las cosas que le gustan. Se trata de estar preparada para la maravillosa sorpresa de la amistad que se da en ese momento clave en que descubrimos que otra persona disfruta de lo mismo que yo. 

La experiencia de ese descubrimiento es magnífica, y vale la pena el esfuerzo. Porque el riesgo de quedarnos en ese pantano emocional de tratar de encajar con lo que a otros les gusta porque creemos que así seremos admiradas es un riesgo demasiado alto. Y además, no se puede forzar. Es energía perdida por que al fin y al cabo, somos diferentes. 

Pero conocernos no es un aprendizaje automático. Se requiere el hábito de reflexionar. 

Durante un tiempo, obviamente no encajaremos en donde estamos, y eso será duro, porque la mayoría de la gente quiere refugiarse en el anonimato de la masa, y nos van a criticar por todo lo que queramos hacer diferente. He aquí la explicación de por qué la gente insiste tanto: inseguridad. La primera reacción es que no les guste nada de nada que nosotros hagamos algo distinto a ellos porque eso los hace cuestionarse a sí mismos, y harán lo posible por mantenernos a su nivel, como en un círculo resguardado y seguro.

La idea no es pelear o imponerse con rabia. Es sólo tomar la decisión interior de quién es la persona que uno es y quiere ser, e ir diseñándola con acciones concretas.

Pienso que hay dos cosas fundamentales para comenzar el desafío de cortar con ese engañoso placer de ser alabado falsamente

Descubrirse uno mismo es una labor que toma tiempo y la decisión de querer hacerlo, pero eso nos hace libres, y a mi modo de ver, ser libre vale más que todas las alabanzas del mundo.

Prometo traducirlo del inglés pronto, pero si quieres aquí te dejo un link a un instituto de psicología con un test de personalidad que te ayudará a ir descubriendo la tuya.

https://www.viacharacter.org/survey/account/register?registerPageType=popup#youth

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